
Donald Trump, el presidente más nefasto y antiinmigrante que ha visto Estados Unidos, vuelve a las andadas con su ataque contra los derechos fundamentales de los inmigrantes. Y como siempre, su odio xenofóbico se enfoca especialmente en los latinos. No contento con haber sembrado años de miedo y división, ahora busca acabar con el derecho de nacimiento a la ciudadanía y utilizar leyes de guerra arcaicas para expulsar inmigrantes de forma masiva.
En una jugada desesperada, Trump solicitó a la Corte Suprema que permita restricciones al derecho de ciudadanía por nacimiento, mientras se litigan los desafíos a su orden ejecutiva. Varios jueces federales ya han bloqueado esta barbaridad, calificándola de "claramente inconstitucional." Pero como buen terco, el presidente insiste en que la Corte le dará la razón para "reforzar la seguridad" en la frontera sur. Lo que realmente busca es eliminar la ciudadanía automática para los niños nacidos en Estados Unidos cuyos padres no tienen estatus migratorio legal. Una medida que, además de cruel, es completamente ilegal.
La 14ª Enmienda de la Constitución, aprobada en 1898, garantiza la ciudadanía a todo niño nacido en suelo estadounidense, sin importar el estatus migratorio de sus padres. Pero Trump y su pandilla de fanáticos prefieren torcer la historia y la ley con tal de cumplir su agenda racista. La Corte de Apelaciones del 9º Circuito ya le negó el capricho, subrayando que no hay "emergencia" que justifique su atropello.
Y como si esto no fuera suficiente, Trump también planea revivir una ley del siglo XVIII, el Alien Enemies Act de 1798, para acelerar deportaciones masivas. Sí, leyó bien: Trump quiere usar una ley diseñada para tiempos de guerra para expulsar inmigrantes bajo la excusa de combatir al Tren de Aragua, una organización criminal venezolana. ¿Y el problema? Estados Unidos no está en guerra. Pero eso a Trump le importa poco. Quiere darle un golpe de fuerza a su retórica antiinmigrante, aunque eso signifique pisotear los derechos humanos y legales de miles de personas.
Esta ley, que en su momento justificó la vergonzosa detención de japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, es un peligroso precedente de lo que Trump quiere repetir: persecución y expulsión sin justificación real. Trump no busca proteger a nadie; busca avivar su campaña del miedo y fortalecer su imagen de "líder fuerte" a costa de nuestras comunidades.
Trump es el clásico bravucón que golpea al más vulnerable. Quiere cambiar las reglas del juego para ganar popularidad entre los más intolerantes. Pero no podemos quedarnos callados ante estos ataques. Cada intento de Trump de desmantelar los derechos de los inmigrantes es un ataque a los principios democráticos y a la dignidad humana.
¡No al abuso de poder! ¡No a la criminalización de nuestras comunidades! ¡Y no al racismo disfrazado de "seguridad nacional"! Es hora de denunciar y resistir cada uno de los intentos de este presidente por pisotear los derechos fundamentales. Porque hoy son los inmigrantes, y mañana, ¿quién sigue?
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