
El año pasado, durante su campaña presidencial, Donald Trump prometió ante sus seguidores en Montana que “desde el primer día, vamos a terminar con la inflación y hacer a Estados Unidos accesible de nuevo. Esta elección es sobre salvar nuestra economía.” Y sin embargo, ayer, con un solo acto autoritario disfrazado de patriotismo, Trump asestó un golpe demoledor a esa misma economía que juró salvar. Los mercados colapsaron, los fondos de retiro 401k perdieron billones de dólares, y se impuso lo que en esencia es un impuesto regresivo sobre el pueblo trabajador.
La ironía no pudo ser más grotesca: Trump bautizó la jornada como “Día de la Liberación”, pero la única liberación que consiguió fue la del dinero del pueblo… directo a los bolsillos de los oligarcas. Su paquete de aranceles masivos —los más altos en más de un siglo— ya está causando estragos: Apple cayó un 4.5%, Nvidia 3%, Nike 5.7%, y el desplome fue visible en vivo mientras Trump deliraba sobre “hacer historia”. Lo único histórico fue el descaro con el que vendió una catástrofe como un triunfo.
Trump impuso un mínimo del 10% de arancel a casi todos los países exportadores, con tarifas de hasta 50% para aquellos con mayores superávits comerciales. El resultado inmediato: los futuros del S&P 500 y del Nasdaq 100 se desplomaron 2% y 3.3% respectivamente. Las bolsas no mienten, aunque Trump sí.
Este “impuesto” no lo pagarán las grandes corporaciones; lo pagará el consumidor promedio. Como advirtió la directora ejecutiva de Best Buy, Corie Barry: “La gran mayoría de esos aranceles se trasladarán al consumidor en forma de aumentos de precio.” Walmart dijo lo mismo: inflación a la vista. Es decir, menos poder adquisitivo para los trabajadores, más ganancias para los accionistas, y un empujón más hacia la recesión.
Además, estos aranceles afectarán directamente a industrias que dependen de insumos extranjeros. En el sector automotriz, por ejemplo, el 16% de las autopartes vienen de México. Al encarecerse, también lo hará el producto final. Se venderán menos autos, bajarán las ganancias y llegarán los recortes. La clase obrera no gana nada con esta medida, excepto desempleo.
Trump se presenta como el defensor del trabajador estadounidense, pero sus políticas son nacionalistas, autoritarias y descaradamente pro-oligarquía. Mientras ataca a los países del sur global —especialmente a los miembros del BRICS—, pretende encubrir su agenda: enriquecer a los suyos, desmantelar la solidaridad internacional y aplastar cualquier resistencia organizada, sea sindical o popular.
Ayer no fue el “Día de la Liberación”. Fue el “Día de la Traición”, otro episodio más de la tragicomedia trumpista. El presidente no es el salvador económico que prometió ser. Es el villano de esta historia, el hombre que heredó una economía fuerte y la está destruyendo por su obsesión quijotesca de dominar el mundo a costa del pueblo trabajador.
Y mientras tanto, el verdadero precio lo pagas tú: según un análisis de The Budget Lab en Yale, un arancel general del 20% le costaría al hogar promedio hasta $4,200 dólares al año en pérdida de poder adquisitivo—y golpearía con más fuerza a las familias trabajadoras, reduciendo hasta en un 5.5% su ingreso disponible, mientras que los hogares más ricos apenas sentirían el golpe.
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